Allen Ginsberg le estaba llamando hace tiempo. A su banquete
le faltaba el último poeta español de siglo XX, que no era otro que Leopoldo María
Panero.
Muchos son los que escriben odas
a la borrachera en la tertulia de los descosidos. Pero poesía no es eso ni eso
son poetas.
Panero se ha ido y nos deja en la
apatía de los tertulianos del sistema que escriben libros porque son leales y
maleables y nos relatan con ternura las tardes de su niñez en el universo del
estadio de fútbol acompañado de su papá burgués, o nos deleitan con los
honrados pensamientos del taxista que los traslada de tertulia radiofónica a
televisiva.
Escritores sistémicos de corte
progre o asquerosamente reaccionario; catedráticos de buen sueldo y mejor mesa,
pero: ¿Dónde está el poeta?
Poeta es el que ha aprendido a
volar montado en el bostezo de las nubes y navega con el viento profundo del
grito del silencio, arropado por la oscuridad forjada en los gritos del tedio
en la amargura. Y de ahí, emerge el avatar del loto que deslumbra por su
belleza y enamora a la mirada de las violetas salvajes.
Tal vez nunca hayas escrito un
verso y hasta tengas miedo de hacerlo, pero si tan solo puedes intuir un atisbo
de lo que estoy diciendo, tú si eres de verdad poeta. Como Leopoldo, que se
forjó en el chirriar de los cristales rotos que penetraban por sus ojos y
anidaban en su mente.
Allen Ginsberg hoy ya está feliz porque a su fiesta de lunas y versos se le ha unido el ultimo poeta que quedaba en las Españas.
Dafne ha descubierto
la luna petrificada
desde sus brazos láureos
danzantes de brisa,
que no llegan al
agua.
El arpa del ginún
Desde hace tiempo, está
cubierto de la arena
quemada,
y mi sueño no juega
con la risa
de la rosa velada.
Se me ha perdido mi
barquito azul
Y mis velas navegan
En el mar de la nada.
Tal vez camino de
demencias
Por un silencio
helado
O vivo la oscuridad
en un letargo
Amargo.
Pero al despertar
encuentro
sobre mis ojos cansados
la suavidad en pétalos de tus labios.
Quevedo agotó todas las rimas y
Góngora hizo hartazgo de la métrica y las expresiones cultas y, Federico, nos sumergió en
pozos insondables de mano de un niño que soñaba en su cuna.
Y, ¿Panero? ¿Qué nos dijo? ¿Dónde
quiso llevarnos? Tal vez al mundo ignorado y atroz que grita y se rompe tras
las murallas que crujen allá abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario