Zapatero y el misterio de la resurrección.
Dicen las malas lenguas que cuando Pepe Luis buscaba entre
sus cuitas una forma más de cometer sacrilegio contra las sagradas normas de la
Iglesia, escuchó una voz que le hablaba desde los entretechos del palacio de la
Moncloa que le decía:
_”Pepe Luis, Pepe Luis, ¿Por qué me persigues, hijo mío?
Era una voz aguda, temblorosa, como la de un anciano de
ochenta años, afeminado y a punto de entrar en coma o de dar a luz.
Pepe Luis, más conocido entre les gentes de a pie como “el
fraude bobo”. No daba crédito a sus oídos. ¿Qué era aquello? ¿Alguien de
ultratumba se dirigía a él para castigarle por sus fechorías, o era por su traición a los valores de la
izquierda y a sus votantes?
Echó a correr por los largos y anchos pasillos del vetusto
palacio, más chuchurrado que temblón y
más asustado que una gallina al lado de
una olla de pepitoria. Estaba tembloroso, jadeante y palpitante. Tuvo un
impulso de llamar a la seguridad pero
pensó en sus hijas y desistió al pensar que no era políticamente correcto que se pensara
que veía visiones. “No, señor, -pensó- se
podía saber que estoy loco y
encontrarían una explicación genética a lo de las niñas, no, no”. Así que se acerco a una de las balconadas y
respiró profundamente el contaminado aire de la capital del reino.
Luego se sentó en uno
de los sillones del pasillo y se autoconvenció de que todo había sido un
producto del sonido que hace el aire al correr por los diferentes conductos instalados encima de los falsotechos.
Pero justo cuando se
incorporaba para ir a sentirse aclamado por su corte de asesores y a regañar al
servicio, que es algo que le hace sentir poderoso y le eleva la autoestima, la
vocecilla volvió a sonar:
_”Zapateroooo,
Zapateroooo, tiene que ser el 20N, y deberás ir al Valle de Los Caídos y
rezarme una novena durante doce días.
“¡Ay, Dios! –Exclamó
Zapatero- Digo… ¡Ay, mi abuelo! Pero, es verdad, me hablan de ultratumba… Bueno, no está mal. Así pasaré a la
Historia por ser el presi que fue
contactado por seres del inframundo. Seguro que eso no lo pueden decir ni
Felipe ni Pepe Mari. Bueno, me voy a echar la bronca al personal y con eso ya,
seguro que me siento más importante que Felipe II”.
Pero mientras se
dirigía a tan noble labor, la voz insistió desde los cables y tuberías:
_”No te olvides,
Zapaterooo, doce novenas en Los Caídos y el 20N”.
Zapatero huyo del
largo corredor y se dirigió a las dependencias del servicio donde echó una
bronca monumental a todo sirviente y ser inferior que se cruzó en su camino y
con eso se sintió más fuerte y poderoso y dispuesto a encarar un nuevo consejo
de ministros en el que se trataría como en tantos otros la forma de
incrementar los beneficios de los
grandes grupos de inversión e imponer nuevos recortes a los más débiles. De
paso y por lo que pudiera pasar, impuso en el consejo la decisión de adelantar
la elecciones y cuando le preguntaron para que día las quería, como estaba
pensando en las voces que le hablaron desde el otro mundo sin querer dio la
respuesta de “20-N”. Y así, de esa manera tan tonta y a la vez tan sospechosa,
fue como se fijo la mítica fecha de la muerte del caudillo para los siguientes
comicios generales.
Pasaron varias
semanas y ZP se había olvidado casi por completo de las novenas, de Los Caídos
y de la ultratumba, cuando una buena tarde le tocó asistir a la presentación de
un libro de un amigo suyo; un tal Pedro J. que había recibido varias veces el
premio a los mejores montajes del siglo y que era una de las pocas personas del reino a las que el presidente reconocía sin
reparo alguno que era mejor mentidor que él. Pedro J. y su señora, además,
tenías varios negocios en sociedad con otro de sus compinches de tropelías, un
tal Pepiño, del que se dice que está para fomentar pero que, la verdad sea
dicha, lo que es fomentar; no fomenta nada, al margen de una polémica tras
otra.
En aquella fiesta,
había una señora estrafalaria, ataviada con los colores de la bandera francesa,
que no paraba de moverse de un lado para
otro y de hacer gestos extraños en un intento descarado de atraer hacia ella todos
los flashes de los fotógrafos y las cámaras de la sala, hecho que consiguió
solo a medias.
Pero sus movimientos
y su colorido vestido sí llamaron poderosamente la atención de Zapatero, que la
contemplaba con cierta actitud crítica y que por otro lado no dejaba de
relacionar con las voces que creyó oír en los pasillos de la Moncloa,
preguntándose constantemente si ambas cosas no serían parte de un mismo
mensaje. “¿Será que viene la república?”. Se preguntaba sin cesar. “¿Será que
los franceses quieren invadirnos en secreto?”.
Estando en estas
elucubraciones, como siempre en solitario en medio de la multitud, apareció
Mariano Rajoy con su mejor sonrisa y al verle se dirigió hacia él de forma
efusiva y cariñosa y le estrecho la mano para después propinarle un estrecho
abrazo antes de exclamar: “¡Hombre, José
Luís, que callado te lo tenías ¡Eh, pillín! No solo nos has demostrado que
recortas mejor que nosotros, sino que al final has dejado claro que eres un
patriota como la copa de un pino. Sabía que eras de los buenos. ¡Si señor! Has hecho lo que tenías que hacer y la patria
te lo sabrá agradecer”.
La hora de tomar las
fotos de rigor y el protocolo del acto interrumpieron las muestras de afecto y
afinidad ideológica y cuando éste terminó y llegó la hora de despedirse todos,
incluido el falangista Bono y la condesa Aguirre, se despidieron con acentuadas muestras de
cariño de José Luís y felicitándole por su acertada reunión sobe la elección de
la fecha electoral.
Como estaba muy
desconcertado por la cariñosa actitud de sus oponentes políticos hacia él, en
el camino de vuelta a Moncloa tuvo que reñir el doble a sus escoltas y al
chofer para superar el nerviosismo que le producía el cambio de carácter de
unas personas que durante más de siete años se habían dedicado a ponerle verde.
La riña a los
encargados de traerle de vuelta a casa no fueron suficientes y ZP pasó una
noche muy mala; de esas en las que no se pega ojo y que la pasas bebiendo agua,
yendo al baño y dando vueltas sobre ti mismo por toda la cama. Noche de perros
en la Moncloa. Tanto que Doña Sonsoles se tuvo que ir a dormir a las
dependencias de las chicas. Siempre es mejor estar en algo parecido a una cueva
medieval que en la cama de un candidato
al manicomio.
Cuando Doña Sonsoles
regresó a las dependencias presidenciales se encontró a su marido muy alterado
que la buscaba como un poseso y que al verla le gritó con los ojos fuera de
órbita: “¡Sonse, cariño! ¿Pero dónde estabas? Llama urgentemente a la
floristería y que traigan varias coronas y varios ramos volando, ¡Ya! Nos vamos
a Los Caídos. ¡Venga, date prisa!
Como su marido estaba
fuera de sí, Sonse se apresuró a cumplir el encargo y una hora después se
encontraban subiendo la escalinata que da paso al interior de la basílica de
Los Caídos escoltados por unos 20 criados y escoltas transportando enormes
ramos de flores de todo tipo.
Al entrar, el séquito
se encontró con la sorpresa de ver que toda la plana mayor del PP y los
periodistas Vidal, Losantos y Pedro Sota
que les miraban con una amplia sonrisa de complacencia.
De repente la
Lideresa salió del grupo y corrió hasta zapatero para arrojarse en sus brazos
al tiempo que exclamaba:
_” ¡José Luís; qué
alegría! Tú también has recibido la buena nueva, sabía que eras de los nuestros
desde el primer momento. ¡Gracias a Dios!”. Y le besaba sin parar en uno y otro
lado de la cara.
_” Pero, Esperanzita,
por Dios; digo, por los recortes, -Inquirió Zapatero tan despistado como
siempre- ¿Qué está pasando? Estoy en ascuas. Cuenta, cuenta.
_” ¡Pero! ¿No lo
sabes, José Luís? –Contestó la lideresa- El generalísimo… El día 20 de noviembre
resucita. ¡Qué dicha! ¿Verdad?
_ “ ¡Ay, Dios! Digo: ¡Ay, mi abuelo!
Exclamó Zapatero
justo antes de caer desmayado.
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